Anciano y venerado Maestro, te haces llamar de múltiples formas, pasándote incluso por Pirata de las aguas turbulentas que preceden al Sagrado Mundo de Sirio. Antaño fuiste un nauta y ahora pasas por un viejo filósofo invidente.Te conocí cuando eras un Venerable Maestro de una Logia Rosacruz en Madrid.
Siempre envidié e intenté imitar, sin conseguirlo, ese carácter tuyo inmutable que solo los verdaderos iniciados poseen. Esa prosa inenarrable y preciosista, digna del más afamado de los filólogos, con la que nos regalabas a nuestros ojos en la lectura y a nuestros oídos al escucharte.
Siempre envidié e intenté imitar, sin conseguirlo, ese carácter tuyo inmutable que solo los verdaderos iniciados poseen. Esa prosa inenarrable y preciosista, digna del más afamado de los filólogos, con la que nos regalabas a nuestros ojos en la lectura y a nuestros oídos al escucharte.
Lo sé, me consta, que te fijaste en mí para ser tu más querido discípulo y mantener viva la llama del Cristalino Templo Oriental; pero yo decliné la invitación una y otra vez poniendo a tu alcance a otro que pensaba yo pudiera estar más capacitado para ese tipo de enseñanza tan especial y compleja. Hubo un problema y es que este díscolo discípulo tuyo ya estaba investido con la armadura de su propia causa. Una Causa que pudiera encontrarse en las antípodas de tu propio conocimiento; Pero tu y yo sabemos, que eso no es así. La Verdad se puede mostrar de múltiples formas y la tuya era magnífica y ancestral. Lo que a mí me corroía las tripas era, si no algo nuevo sí algo diferente y supuestamente contradictorio con la fidedigna y arcana tradición del Templo Oriental.
Tú me mostraste la más sublime y auténtica Magia del Espíritu y yo te abandoné huyendo de no sé qué. Quizá no fuera ese ni el momento ni tampoco mi lugar de operar y me dirigí, como caballo desbocado, en busca de la entelequia gnóstica que me mostraba el Alma.
Quería dejar estos sentimientos, por escrito, antes de que abandonemos este Mundo para elevarnos a mayores y magníficas obras celestiales en compañía de nuestros poderosos y magnánimos dioses y pedirte perdón; perdón por no encontrarme preparado para seguir tu misterioso y tortuosamente intelectual camino de pura magia y ritualismo. Perdón por abandonarte cuando más me necesitabas. Sé que lo peor que le puede pasar a un auténtico Maestro como tú es haber encontrado al verdadero discípulo y que este minusvalore el Trabajo del Instructor.
Bien, Dárdano de Samotracia como ahora te haces llamar. Necesito que sepas que fue para mí un honor haber trabajado codo con codo a tu lado, aunque hubiese sido por un breve y mísero periodo de tiempo y que te llevo, siempre te he llevado y te llevaré, en mi Corazón como el único Ser Humano al que he podido llamar Maestro de verdad. Muchos han pasado, delante mía, haciéndose pasar por tales; Pero una sola mirada era suficiente para desenmascararlos. Tú, por el contrario, jamás me causaste duda; pero temía que seguir tus pasos me alejara de mi propio y programado camino, cosa que sí creo hubiese sucedido.
No, no quisiera que pareciera que me encuentro arrepentido. Lo que sucede es que me quema en el Alma que no hayas encontrado ese Discípulo Amado al que transmitir tus elevadas enseñanzas. Eso es lo que más me duele Amadísimo Dárdano.
También necesito que sepas que para mí, el Querido Hermano Our al que estoy infinitamente agradecido, no llegó a ser en mi Vida algo más que un ave de paso. Un ave que en algunas ocasiones se mostraba benévolo y en otras, la mayoría, díscolo y travieso. Esto no te lo he contado nunca, pero necesito que lo sepas antes que demos el Salto al Oriente Eterno de Sothis. El Amado Our me dio plantón en muchas, demasiadas, ocasiones notando yo que me faltaba al respeto como simple Ser Humano y cuando más necesité su ayuda no se encontró a mi alcance. Por eso he tardado tanto en publicar el Libro.
Ahora me encuentro rodeado de gente que dice que me ama, sé que aún siendo posible solo se trata de una mera ilusión, y no me encuentro mal del todo, pudiendo así dedicarme a lo que mejor sé: Intentar transmitir, por escrito, mis dudas e inquietudes, a todo el que pueda, en forma de preguntas que se auto contestan a sí mismas y dentro de uno mismo.
Solo quería, dado que te acercas a la edad de mi añorada madre, y que yo ya sentí, hace seis años, el aliento de la parca, que supieras mis sentimientos hacia ti y tus enseñanzas. De veras que nunca las menosprecié, todo lo contrario creo que superaban, al menos entonces, mis capacidades; pero, no obstante, tenía que decidir si mantener viva la antorcha de otros o encender la mía propia y como solo podía elegír un Camino, esto último fue lo que terminé haciendo.
Salve Sothis. Salve Tus. Salve Nau. Salve Dárdano de Samotracia.
OJOS