Durante el transcurso de las edades, hemos venido siendo acompañados
por múltiples lenguajes que se han ido adaptando a las propias necesidades de
la personalidad humana. El lenguaje gestual proporciona a nuestros semejantes
nuestro estado de ánimo, con el lenguaje hablado nos comunicamos para mostrar
nuestras necesidades y para ofrecer nuestro conocimientos. El Alma utiliza el
lenguaje simbólico y que ha venido siendo ofrecido por las escuelas de
misterios u órdenes iniciáticas.
Centrándonos en el Tema de este Artículo, digamos que el símbolo
muestra un complejo contenido imposible de exponer con palabras y que va
dirigido a la parte más interna de nuestra comprensión. Podríamos decir que el
símbolo más que comprenderse con la razón se siente con el corazón.
Hasta el Siglo XVIII, inclusive, se vino transmitiendo el conocimiento
oculto mediante una compleja simbología hermética y a la que se le adjuntaba
unos pequeños comentarios jeroglíficos que servían para orientar nuestra
comprensión emocional y al mismo tiempo para despistar a nuestra razón
intelectual, porque hablando del Alma, en la mayoría de las ocasiones la
intervención de la racionalidad no supone más que una poderosa y negativa
interferencia,
Al alma le llega el Símbolo pleno y lo siente como verdad, como un acto
de fe. La Razón
de la Personalidad ,
por el contrario, intenta desmenuzar el símbolo como si de un jeroglífico o
conjunto de palabras se tratara y descomponerlo hasta en sus más diminutos
elementos, le da nombre a cada cosa e intenta memorizarlo para procesarlo y
darle una comprensión intelectual.
Desde comienzos de siglo XX, tanto desde el punto de vista teosófico
como mágico rosacruciano, esto último es lo que se ha venido produciendo y
¿Cuál ha sido la consecuencia? Que cada Autor e investigador ha bautizado con
su propia nomenclatura todo aquello que su razón le dictaba que podía ser la
verdad; pero la Razón
también hace uso de las parcelas de memoria de otros Temas como son los de
divulgación científica, por lo que el significado del símbolo místico se tintó
con los colores de los avances científicos; provocando con ello, la creación de
un impenetrable bosque de multitud de jergas e idiomas imposibles de comprender
más que por quien les diera la Luz
de la vida.
Intentemos dejar claro una cosa: La personalidad es algo, a pesar de su
mortalidad, extremadamente complejo, el Alma por el contrario, siendo inmortal,
es sencilla como la mente de un infante y es un absurdo intentar explicar las
simples verdades divinas con la compleja e incomprensible parafernalia que
tanto agrada a una buena parte de nuestra personalidad.
Tampoco es cuestión de sintetizar hasta el dogma religioso, dichas
verdades simples y alcanzables solo por nuestro Ser Interno; pero debemos ser
conscientes que solo el Símbolo tal cual llega virgen y cristalino como el agua
hasta nuestra Alma. La barroca palabrería no es capaz de traspasar las capas de
cebolla que conforman nuestra compleja personalidad.
Quien esté preparado para abrir su corazón a las verdades eternas, aún
sin conocimientos complicados, entenderá a la perfección lo que el símbolo le
quiere indicar. Cuando el Hombre sencillo ha entendido el mensaje la enredada
personalidad seguirá intentando descifra el Misterio y complicando aún más las
cosas.
Por lo tanto tengamos en cuenta que es muy fácil distinguir Verdad de
Realidad, Verdad de Ilusión, Verdad de Engaño. La Verdad siempre es
comprensible de un simple vistazo, si para ello nos encontramos preparados, la Realidad , sin embargo,
mientras más la analizamos más caótica e incomprensible se nos vuelve y cada
experimento de nuestra investigación nos lleva a otros y otros experimentos que
nunca nos llevará al destino definitivo y último, dado que solo el Alma puede
comprender el alma de las cosas y el alma de las cosas se refleja mediante los
símbolos
Respetuosamente, dejemos que cada cual utilice su ocio en lo que mejor
le venga en gana. Unos hacen crucigramas o sopas de letras, otros intentan
descifrar los más complejos jeroglíficos; pero a mí, dejadme en la sencilla y
tranquila contemplación del símbolo.
Las cosas del alma no se pueden explicar con palabras más que
someramente y por lo tanto los símbolos están en esa misma categoría: No pueden
ni deben ser interpretados por el intelecto. El símbolo nunca fue creado para
ser entendido sino para sortear la barrera de la intelectualidad y que pueda
llegar incólume a su auténtico destinatario, el Corazón, el alma de las cosas donde allí podrá ser sentido.
OJOS