Existiendo tantos grados
de maestría como de comprensión, hay que respetar, siempre, las traducciones
personales tanto de la mitología como de la simbología más sublime. Bajo esa
única premisa de tolerancia universal es que pasamos a mostrar a nuestros hermanos
y hermanas, amigos y amigas que:
Antes del principio del
Tiempo solo existía el Pleroma que lo inundaba todo. Un Todo libre de
dimensiones o fronteras. Antes del principio solo existía un Ser, dentro del
cual convivía una multiplicidad; pero con una sola consciencia, una infinitud
de individualidades pervivían, del mismo modo que las células de nuestro cuerpo
forman parte de nuestra única persona.
Entonces sucedió algo.
Algo que aquí no viene a cuento; pero que algunos dicen que fuera una caída o
un accidente. Un experimento dicen otros. Hasta aquí no había nada más que el
omnipresente Todo, el Pleroma, Adam Kadmón, que creando una minúscula burbuja
de vacío implosionó dentro de ella creando en su interior una poderosa
explosión que hizo que el Tiempo y el Espacio comenzaran; pero en un mundo
caótico y donde la serenidad que reinaba en el Pleroma desapareció: Una Tierra
que sufre una tempestad.
Esa Tierra, Mundo,
Universo, un tanto a la deriva, se constituyó con las partículas desgajadas del
Hombre Dios Original; pero el Hombre Original, como tal, dejaría de existir por
un indeterminado periodo de tiempo y aún no concluido, dado que en su sacrificio
creador perdió la memoria; no obstante, antes de tan magno suceso dejó grabada
en cada una de sus sagradas y espirituales partículas un determinado cometido,
como una especie de salvavidas en caso de que algo sucediera mal; como así
parece que sucedió. Dentro de ese Universo en expansión, cada vez más veloz,
que se creara como consecuencia de la energía cinética de la explosión
original, surgió la materia al unirse las partículas dispersas por uno de los
recuerdos del Hombre Dios, la Fuerza de la Gravedad. Los diversos astros se
fueron formando en torno a esa materia y se constituyeron los Arcontes, de los
que dependen todas las leyes que permiten la inestable estabilidad del
Universo, son los pilares del Universo, y los eones que no son otra cosa que
las partículas dormidas del Dios y que habitan, cada una de ellas en, una
Estrella, un Sol; pero ¿dónde se encontraba la memoria de Adam Kadmón? En la
Metanoia de neutrinos que comunica el Mundo Original, Pleroma, con el
Multiverso creado por el primer y los posteriores y múltiples estallidos de
supernovas. Esa Metanoia es: El sendero que conduce a un sitio sagrado.
El Sendero de la Oración
Divina, comunica el Pleroma con el centro espiritual de las células
microscópicas del dormido Adam Kadmón; pero el poder de los neutrinos del Mundo
Original vibran a una frecuencia tan diferente a la de las otras partículas de
este Multiverso que apenas si pueden interactuar con ellas, salvo bajo
determinadas circunstancias de frecuencia vibratoria y que la propia materia va
adquiriendo tras su condensación primero y eterización después durante inmensos
periodos de evolución natural programada en la memoria inconsciente del Hombre
Dios y del que hasta la última partícula subatómica formamos parte. Aunque
pudiera parecer lo contrario, No es posible perderse, a menos que
voluntariamente se desee; dado que el sempiterno Espíritu Eterno es quien
dirige la vida de todos y cada uno de nosotros.
La Personalidad, con un
poderoso componente material corrupto y sujeto a la degradación y la muerte,
cree ser ella la directora de nuestras vidas; pero nada sucede sin alguna causa
y que aunque no seamos conscientes de sus decisiones todo es por algo. Cuando
se abandona el camino, se cae nuevamente en la tempestad, y se regresa al mundo
dialéctico de la experiencia material; pero todo ello es por algo. No es como
muchos creen porque somos malos, caemos en lado obscuro de la fuerza o somos
duros de cerviz como dijera algún falso dios. La Personalidad del Ser Humano es
tan imperfecta que está convencido que todas las cosas malas que le suceden son
porque haya hecho algo mal; pero no es así.
La actitud de la Criatura
debe de ser consciente de que no existe el mal, sino un proceso evolutivo en
donde se amalgaman experiencias dolorosas y agradables que están ahí por un
motivo fundamental: El final del camino, es una gloria o corona luminosa. El
Destino de todo el Multiverso y de la Criatura Humana con él, es romper la
cristalización que provocaron los arcontes con el fin de crear los cuerpos que
las células espirituales de Adam Kadmón pudieran habitar, entre ellas nosotros,
la Especie Humana. Elevar hasta tal punto, la vibración de nuestros átomos
materiales, que puedan permitir la interacción de los neutrinos del Mundo
Original con la Chispa de Espíritu luminosa que albergamos en lo más profundo
de nuestro código genético, a un nivel subatómico y enterrado bajo la pesada
tara de una gran escoria de caótica materia cuántica.
Una vez que el Tiempo es
propicio y nuestros cuerpos se han vuelto más sensibles a la vibración de la
Metanoia procedente del Pleroma, se produce el Toque de los neutrinos con esa
minúscula chispa de espíritu que solo, tradicionalmente, se ha considerado
ubicado en el ventrículo izquierdo de nuestros corazones, dado que en realidad está
ubicado en lo más interno y profundo del ARN en unos casos, del ADN en otros y
en la propia estructura cristalina de los seres considerados como inorgánicos o
del propio Éter que ínter-penetra lo que los científicos consideran como vacío
sin serlo: No hay Espacio Vacío. Llegados a este punto hay que ascender tres
escalones para acceder al santuario. La Primera Iniciación se produce al ser
tocada la chispa de espíritu por la frecuencia vibratoria de la metanoia que
lleva consigo los neutrinos del Pleroma. Solo entonces, la chispa se despereza
y empieza muy poquito a poco a tomar consciencia de su lamentable situación.
Esta parte de la tripartita Iniciación es conocida como el Nuevo Nacimiento;
pero luego se debe de ir produciendo un desarrollo paulatino de crecimiento de
la célula espiritual para ir tomando el control de las personalidades que
controlan a su cuerpo físico. Ese Crecimiento es la segunda Iniciación que
termina despuntando en ese tercer escalón que es la Iluminación, donde la
propia Personalidad, ya no dispersa sino unificada que conociendo su situación
de no poder dirigirse a ningún sitio, decide, a motu propio, darle el control
tanto de sus acciones como del control del Organismo Físico al Espíritu, ya
debidamente crecido y consciente de la real situación.
Existen tres santuarios,
al igual que escalones posee la Iniciación: El Santuario de la Materia, las
sensaciones, situado tradicionalmente en el Ser Humano en el vientre. El
Santuario del Alma, las emociones, con sede en el corazón o el plexo solar y el
Santuario de la Mente, la Razón, situado en la Cabeza y controlando las tres
glándulas principales y relacionadas con la visión espiritual como es el caso
de la Tiroides, la Pineal y de la Pituitaria. Sobre el santuario está la cruz.
Al igual que dentro de la semilla se encuentra, en germen, todo el árbol;
asimismo dentro de la chispa de Espíritu Divina, se encuentra, holísticamente,
toda la materia, todo el Ser Humano tanto Espiritual, como Emocional y
Físicamente; pero es al Ser Humano Original al que realmente importa rescatar y
para ello la antigua personalidad, debidamente preparada y unificada, con
conocimiento de que su camino de tempestad no lleva a ningún sitio se deja
sacrificar, se sacrifica, más bien, a sí misma; pero es entonces cuando el
majestuoso Espíritu ya como Traje de Bodas místico, no dejándola fenecer, es el
que rescata a esa personalidad transmutada para convertirla en su más
importante vehículo de manifestación.
Solo en los iniciados de
tercer grado ese Cuerpo Personalidad, que formaba parte del Alma mortal, es
transmutada en inmortalidad y capaz de vivir tanto en los mundos de la materia
como de los mundos del más allá o del propio Pleroma,. Recordemos que se trata
del Mundo Original e incorruptible donde Adam Kadmón vivía, eternamente, como
uno Solo Ser dividido en una infinitud; pero con consciencia única y Universal.
La cruz está dentro de un círculo. Ese Árbol que se encuentra dentro de la nuez
produce un reflejo en el mundo de la realidad, de maya. Los Cuatro elementos,
el propio Ser Humano, las almas, en definitiva, nunca dejamos de estar fuera
del Círculo del Pleroma y lo que hemos experimentado durante todas las vidas en
este u otros planetas solo ha sido como una especie de sueño reflejado fuera de
nosotros; pero un Sueño que hay que detener; dado que, en algún momento, la
divina representación teatral deberá bajar el telón.
Los Arcontes siguen
trabajando como máquinas automáticas pre programadas que son; pero solo un Eón,
Espíritu viviente de Adam Kadmón puede parar el perpetuum móvile de la
maquinaria. La Consciencia, en la Vida, nosotros y otras especies, somos los
que podemos despertar a los eones, nuestros cuerpos celestes, para que la
expansión del Universo pueda ser frenada, cosa que al presente no ha sucedido
aún, y se produzca la necesaria implosión del Multiverso que nos conduzca hacia
la unión de todos los Eones, que formarán el círculo previo, en este lado, a la
compresión gravitacional: El círculo emite luz espiritual, dado que, ya
despiertos, pueden sujetarse al sendero sagrado de la metanoia de los neutrinos
del otro lado. Todo acabará en un minúsculo punto y la consecuente desaparición
del Multiverso que habiendo sido fagocitado por el único que siempre, de
verdad, ha existido: El Pleroma. Este último Círculo que se enciende, al
regresar, en el Mundo Original, mientras se apaga en el que ahora conocemos,
florecerá tal que fuegos de artificio como homenaje al regreso del Hermano
Perdido. Es como un regreso al Cero que representa la Corona de Kether y existente
antes del comienzo del Espacio Tiempo. Hemos llegado tras el periodo Iniciático
Universal de Nueve Grados a un Nuevo Peldaño, el diez, más allá de lo
comprensible por la mente actual, pues pertenece a algo que aún está por
suceder.
Aralba