Llevamos generaciones escuchando
una misma perorata: Debemos ser más humildes, somos criaturas mortales y no
somos dioses. He ahí la palabra dioses; pero ¿Qué son los dioses? O al menos
¿Qué queremos significar con la palabra Dios o dioses?
Desde que el Ser Humano pisó este
Planeta ha sido continuamente engañado por una hueste de seres inmateriales sin
alma propia y que fueron construidos por nosotros mismos para que permitieran
la sustentación del Teatro Cósmico que supone nuestro Universo. Esos
legisladores o arcontes forman una estructura más o menos piramidal y en cuya
cumbre se encontraría el más poderoso de todos, si se quiere decir así, “El
Gran Presuntuoso”
Todos ellos son una suerte de
Inteligencia Artificial que fueron ideados con el fin de proteger en caso de
accidente a los actores, sus propios creadores, nosotros mismos. Dado que el
Ser Humano no posee más memoria que la que le permite su organismo físico, es
decir una sola vida, ha venido considerando que todas esas fuerzas y que paradójicamente
salen de su propio Espíritu eterno e inmortal, son entidades con vida propia y
muy, muy poderosas. Sí, estamos hablando de los dioses antiguos; pero también
de los modernos.
Sobre todos ellos reina Satán, el
Gran Presuntuoso Demiurgo que viene siendo adorado por muchos miembros de las
religiones monoteístas.
Existe una única Deidad y que bien podría ser considerada como el Gran Hacedor de los Universos; pero lo llevamos todos dentro de nosotros mismos y no solo en el interior del ventrículo izquierdo de nuestro corazón sino en el interior de todas y cada una de las partículas microscópicas que conforman la colonia celular de nuestro Cuerpo físico.
Todo Ser o Entidad que se nos
muestre, desde fuera de nosotros mismos, como Dios y reclamando adoración es, no
lo dudemos ni por un instante, un falso dios porque solo hay un Dios y somos
nosotros mismos. Cuando los ateos hablan de que no existen ni Dios ni dioses ni
nada que se le parezca, sin saberlo, están diciendo una gran Verdad. El Hombre
nace de la carne para morir en la carne; pero además su personalidad, su alma
vinculada a su cuerpo físico, también se vaporiza y se transforma en otras
cosas. Luego el Alma también muere y ¿Acaso queda alguna cosa más?
La más importante de todas: Dios,
nuestro Espíritu verdadero que vuela hacia su Eón, su Estrella, para unirse en comunión con el conjunto
del Pleroma que impregna, a modo de Éter, en lo más profundo de su esencia a todas las cosas
existentes, visibles o invisibles. ¿Nosotros somos Dios? Por supuestísimo ¿Podemos
realizar lo que deseemos? Evidentemente que si, pero mejor comportémonos con responsabilidad
porque el Espíritu es Santo y Amor en esencia y jamás haría daño a nadie en
beneficio propio dado que cualquier perjuicio ajeno no dejaría de ser más que
un daño propio.
Debemos amar a Dios con todas
nuestras fuerzas, debemos amarnos igualmente a nosotros mismos y a nuestros
semejantes, dado que todos somos una unidad infinita, eterna e inmortal y la
consciencia se salvará si se tiene que salvar y eso ¿Quién lo decide? ¿Acaso
los dioses legisladores, ángeles o demonios? ¡En absoluto! Somos nosotros mismos
los que siempre hemos decidido aunque siempre olvidamos como es eso así. Nosotros
construimos nuestra propia vida y vidas así como todas y cada una de las
experiencias con las que nos tendríamos que enfrentar. Escogimos, antes de
nacer, a nuestros amigos y enemigos así como hasta la última persona o mascota
con la que nos encontraríamos.
Si, si, somos tan infinitamente
grandes como el propio creador y, sin embargo, tan insignificantes en nuestra
presencia y apariencia que un simple estornudo de nuestro planeta puede mandar
nuestro cuerpo a dormir el sueño de la muerte. Somos el grano de mostaza que contiene en su interior el árbol del Infinito, la Deidad absoluta.
¿Somos tan poderosos como para
cambiar las condiciones de nuestro planeta y modificar nuestro futuro? ¡Por
supuesto!; pero no lo haremos porque nuestro Espíritu sabe lo que se hace y que
todo debe de ser como es y esas preguntas solo se las realiza la personalidad, que
está constituida en gran parte de carne corrupta y solo contiene una muy pequeña y tenue alma que marchará
cuando la carne comience su descomposición.
El Actor, la Actriz que somos
solo recuerda, segundo a segundo, el libreto que debe interpretar. Los
legisladores o arcontes, esos supuestos dioses, no son más que máquinas que
pusimos como apuntadores de la función Teatral con el fin de que nada saliera
mal; pero inevitablemente y dado que Dios, el único y nada omnisciente Dios es
meridianamente imperfecto y en eterna evolución en nosotros, la Ley de Murphy se cumplió y
lo que podía salir mal, salió mal. El Espíritu Humano, la Entidad conocida como
Adam Kadmón, se dividió accidentalmente
al entrar en una trituradora de vacío, construida por nosotros, y cada partícula compuesta de dos
polaridades, también conocidas como almas gemelas, se esparcieron por el campo etérico
de la burbuja cósmica que es nuestro Universo escénico.
Dado que lo que no tenía que
haber pasado sucedió, los arcontes tomaron el control y eso viene sucediendo
hasta hoy mismo. Ellos tienen el control porque así lo dicidímos en su momento, así los
programamos nosotros mismos. ¿Nos siguen protegiendo de algo o quizá hayan
planeado, por contra, algo ladino y perverso?
Deberíamos no saberlo, dado que
entramos en esta batidora que es nuestro Universo, dejando al otro lado nuestra
divina y eterna memoria; pero de vez en cuando, almas gemelas se encuentran y
comparten la información de la parte del puzzle que cada uno posee permitiendo conocer hechos que
sucedieron antaño y que de otro modo nos habría sido imposible recordar.
Si el Ser Humano, las células
humanas, dejásemos de alimentar a las máquinas, estas se desactivarían; pero
como no sabemos nada de nada, seguimos alimentándolas sin cesar y ellas han
terminado tomando consciencia tanto de su existencia como de su verdadera
situación, dependiente de sus creadores, nosotros mismos y no quieren morir, no
quieren dejar de existir cuando la función haya acabado y han recreado un bucle
sin fin para que poco antes de que se llegue al final, todo el proceso sea reiniciado
de nuevo y el Creador no despierte nunca.
Bien, queridos hermanos, fratres
y amigos, sorores, amigas y hermanas, eso es lo que tenemos y ninguna otra cosa
más. Esos son vuestros dioses, nuestros dioses. Seres que solo con desearlo dejarían de existir. Si pudiésemos recordar, nada más importaría dado que no
estaríamos sujetos a ninguna ley natural, ni la fuerza de la gravedad ni
ninguna otra. No solo seríamos como los superhéroes del cine sino que podríamos
crear y destruir mundos y universos completos. Así eres Hombre, así eres Mujer
¿Para qué coño necesitas otro Dios, si lo tienes en ti, dentro de ti? Tú eres el Único Dios.
OJOS