Crowley, La Gran Bestia |
A los niños, cuando son pequeños y con el fin de que entiendan, las
cosas hay que explicárselas con metáforas y tangencialmente, con el fin de que
no sufran traumas desde tan jóvenes. Independientemente de que se comparta esa
actitud de seguir engañando a los críos, con los reyes magos y papá Noel o el Hombre del Saco, en
lugar de decirles que ya no pueden ver al abuelito porque se ha muerto, se lo ha
enterrado y ya no lo volverán a ver o que hay mucha gente mala y que hay que tener cuidado con ella; eso es lo que sucede y, del mismo modo ha
sucedido con la Humanidad
como especie en su más tierna infancia.
Se nos contó que había un Dios creador bondadoso; pero que también
existía un ser malvado y monstruoso, el adversario, el antagonista, del cual provenían todos
los males, dolores y sufrimiento que en el mundo había. A ese supuesto ser se
lo ha denominado, a través de la
Historia del Hombre, de diversas formas: Ahriman, Satanás y
su horda de demonios, etc., etc.… Algunos gnósticos lo denominaron El Gran
Presuntuoso, un Arconte muy significado y que se habría revelado contra el
Señor Dios. Generalmente, se lo relaciona, en estos ambientes heréticos, con el
Demiurgo creador del Mundo; así sería posible entender tanto mal sobre la
superficie de la Tierra.
Es evidente que en la edad adulta de la especie humana, ahora, no
podemos tomarnos al pie de la letra semejantes cuentos infantiles. Vivimos en
un Universo polarizado y dual, donde todo está en perpetuo movimiento y
transformación: Hay luz y tinieblas, nacimiento y muerte, materia y espíritu. La Conciencia del Ser
Humano se viene haciendo preguntas desde aquel tiempo remoto en que surgió y
las respuestas que se ha dado, cada vez han sido más sofisticadas y ajustadas a
la verdad.
El Mal, como tal, no existe así como la Oscuridad absoluta
tampoco. El Mal es la ausencia del Bien así como la Oscuridad es la ausencia
de la Luz. Lo que
conocemos como Mal es la natural interacción, en todo el Multiverso, del Caos
al entrar en contacto con el Orden y ese Orden no es otra cosa que la
inteligencia Universal, que se mece sobre el caos, construyendo, deshaciendo y
volviendo a construir.
El Universo que conocemos es una anomalía que se encuentra en
permanente lucha entre el Espíritu que proviene de un lugar edénico conocido
como el Pleroma y las moléculas y partículas de materia subatómica de que está
constituido. En este mundo artificial, provisional, el Espíritu necesita de los
cuerpos materiales para poder manifestarse, comunicarse y trabajar; pero además
requiere de un sistema nervioso cada vez más complejo y afinado que le permita
tomar plena consciencia de su situación y del entorno que lo rodea. La
consecuencia de ese Sistema nervioso tan íntimamente vinculado con la Mente y el Espíritu es que
el dolor y el sufrimiento son sentidos de un modo amplificado. El sentido de
ese Dolor y Sufrimiento lo traducimos como el Mal.
Ahriman, Satán, Belcebú, etc., etc., son manifestaciones egregóricas
antropomorfizadas creadas por nosotros mismos. El Gran Presuntuoso, el Demiurgo
Creador de este Multiverso anómalo es una Entidad artificial sin Espíritu
propio puesto en el Mundo como apuntador en un escenario provisional; pero
necesario para que el verdadero Hombre Original, conocido como ADAM KADMON,
nosotros mismos, despertemos a la cruda realidad: Que nos encontramos divididos
en infinidad de partículas que deben ser reunidas y ya, la humanidad, va
tomando consciencia de dicha situación; pero nos falta la plena consciencia de
¿Qué carajo tenemos que hacer para retomar nuestro verdadero Ser y regresar a
nuestro verdadero Hogar? El Temor a un ser maligno es un hándicap que debemos
de evitar, pues tanto el Bien como el Mal lo producimos nosotros mismos en
nuestra natural interacción con el Mundo artificial que nos rodea. Tenemos que
aprender a vivir con el dolor y el sufrimiento dado que son la consecuencia
natural de vivir un Ser Espiritual, procedente de un Universo olvidado, en un
Mundo que no le corresponde, el Material.
El Gran Presuntuoso tan solo es un Egregor que se esfumará en cuanto lo
obviemos. Si pensamos en el de forma obsesiva, lo estaremos alimentando. Si
muchas células espirituales creen en él, el Egregor se hace más y más grande y
sus tentáculos terminan alcanzando a todos los lugares del Cosmos llevando el
dolor y el sufrimiento hasta lo más recóndito del Alma Humana.
Todo Egregor se alimenta de energía espiritual, si lo alimentamos con
energía positiva se podrá convertir en una buena herramienta en nuestra labor
de construcción de la escala de Jacob que nos lleve hasta nuestro Hogar; pero
si lo alimentamos con sangre y terror, se convierte en una poderosa y férrea
cárcel interior que nos impedirá despertar a la Verdad : Que Dios nunca
estuvo fuera de nosotros y que el Mal, el supuesto adversario, solo es un mal
pensamiento surgido por el dolor y el sufrimiento de la interacción de nuestro
Verdadero Ser extraterrestre con un mundo provisional, un hospital quizá,
construido por y con nuestro propio Ser.
OJOS