lunes, 14 de octubre de 2013

¿Qué soy, qué somos?


La primera pregunta trascendente que le surge al Ser Humano es ¿Qué soy, quien soy, qué somos? Sin conocer la respuesta a esta pregunta no tienen razón de ser el resto de cuestiones como ¿Porqué estamos aquí, de donde venimos, cuál es nuestro destino, etc.?

Con muchísima probabilidad, la respuesta debería ser sencilla por un lado; pero tabú por otro, dado que si fuese cierto que existen unas entidades interesadas en que el Ser Humano permanezca dormido, desde luego harán todo lo posible para que obviemos esa única y verdadera respuesta, cuya contestación sería catastróficamente peligrosa para ellos.

Somos el Creador. Sí, la Entidad esa que vemos en Otro, una Entelequia inexistente, y que denominamos de múltiples maneras: Dios y que se nos insta, por humildad, a ni siquiera pensar que podría estar calificándonos a nosotros mismos.


Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer;

pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis

Entonces la serpiente dijo a la mujer: vosotros no moriréis 


sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

Génesis 3:2-5


Vemos en la serpiente y en el Supuesto Dios, las figuras del Poli malo y del Poli bueno. Ambas entidades, en el anfiteatro de la vida, son arcontes o legisladores encargados de que el Trabajo de Interpretación de los actores, en el Teatro del Cosmos, salga como estaba previsto en el guión; pero se percibe claramente como uno de ellos, el conocido como Dios y que en ese instante no se encuentra en el escenario desea que tanto el hombre como la mujer, por una extraña razón, permanezcan dormidos. Por el contrario, la serpiente los insta a despertar mediante algún método, la Gnosis, que está representada por el fruto del árbol del Conocimiento del bien y del mal.

Definir a los seres humanos es un tanto complejo dado que son dos entidades en íntima simbiosis, un Ser Eterno e Inmortal, su Espíritu, venido de más allá de las estrellas, de otra dimensión a la que venimos denominando como el Mundo Original, y otra entidad egregórica, creada; pero densificada hasta una consistencia material, conocida como homínido o Cuerpo Humano. Es evidente que incluso las entidades egregórica como los arcontes o los seres de naturaleza física, entre los que se encuentran nuestros propios cuerpos, son originarios de nosotros mismos, pues fuera del Cosmos nada hay, pues nada no existe y todo es Esencia del Pleroma, Esencia del Ser Original, Esencia nuestra.

El porqué esto es así, es tan simple como indicar que nuestros cuerpos son creaciones nuestras para sustituir a nuestro verdadero cuerpo inmaterial dentro de un Plano de existencia; donde para poder manifestarse es imprescindible la posesión de un vehículo físico. Del mismo modo que necesitamos una barca para trasladarnos por el agua o un automóvil para circular por la calzada, así el Cuerpo físico del Hombre es creado para que pueda caminar, manifestarse y vivir en un mundo diferente al suyo propio y con el objetivo de poder adquirir novedosas experiencias por un Ser eterno e inmortal; pero que no todo poderoso como equivocadamente se viene creyendo. 

Podríamos decir que el conjunto conocido como Mundo no es otra cosa que una balsa de madera situada en el centro de un lago y donde se estuviese construyendo una edificación. Sin esa balsa, dada la inconsistencia del medio líquido, no habría forma posible de construir nada. Nuestro Cuerpo y obras materiales serían ese edificio en construcción. La balsa, tal y como dijimos, es el Mundo macrocósmico que detenta un cierto orden y el agua sobre la que se sustenta no sería otra cosa que el Caos Cuántico, falso desorden u orden no cuantificable, que reside en el mundo subatómico o microcósmico.

OJOS